Importa más el impacto de los sentimientos abstractos que los físicos y concretos de la sed o el hambre. Los dolores causados por motivos sociales –como un desamor– o los placeres de igual naturaleza –como aprobar una oposición– activan idénticos circuitos cerebrales que los estímulos fisiológicos, básicos para sobrevivir. El cerebro trata con la misma deferencia o indiferencia, según se mire, experiencias sociales y abstractas como una falta de reconocimiento social y conductas físicas tan concretas como saciar el hambre o morir de sed.
¿Alguien es capaz de decirle, al señor Punset y a mí que eso no es cierto? Hoy, probablemente, mi cerebro no distinguiría entre una paliza perpetrada por ocho boxeadores profesionales de los pesos pesados a mi cuerpo y mi actual estado de ánimo.
2 comentarios:
Totalmente cierto, 100%.
Tendremos que acostumbrarnos a ello...
¿Puedo pedirte el comodín de café en el poney pisador?
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